TRANSMUTACIÓN

La falta de gobierno, la búsqueda del ser, de su propio ser… Juan Sebastián, así, sin el apellido inminente…

Juan Sebastián hijo, padre, de su arte, de su discurso plástico, de la vida interior narrada en espacios laberínticos que no llegan a sitio alguno, que se burlan después del afán de hallar el nuevo espacio.

Todo es cíclico, todo parte de la pregunta y Juan Sebastián sabe que sólo el ser humano se pregunta; esa es quizás la mayor de sus tragedias, porque el cúmulo de respuestas le devuelve, irremediablemente, al origen.

Juan Sebastián lo intuye, lo sabe, lo pinta y lo expresa en un desbordado afán de hallarse, de darse.

Nada secreto es su afán por decir, por contar; construye retóricas plásticas que recientemente tienden a lo amorfo. Lo abstracto se le asoma en color que expresa su pasión sin narrar. La pintura le guía ahora lejos de los personajes que hace y que le hacen.

Esta es sin duda una madurez del lenguaje, una consolidación del artista, una expresión que ya no acude a la forma literaria sino al lenguaje plástico contundente.

Pinta, y la inenarrable plástica se asoma sin ningún recato en una superposición de materia que hoy celebra, en color y expresión, lo que quizás sea la ruptura de las historias pintadas.

Una forma, quizás, de puntualizar treinta años de su trabajo plástico, un cambio de rumbo en el que su pintura rebasa a sus propios símbolos.

 

Minette Erdman

Octubre, 2013.

 

 

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